lunes, 31 de marzo de 2014

La Despedida


He amado antes, es muy cierto. He besado más bocas de las que seria adecuado contar si mi propósito es mantener mi estatus de dama. También es cierto que no fuiste el Adán de mi Edén. Tú has sido por tu parte un colonizador, un conquistador, quien ha construido y forjado. "El segundo en mi vida, pero el primero en amor", en palabras de Miguel Gallardo. Me he perdido en ojos hermosos, del color de los cielos y de los mares. Te confieso que muero por unos ojos verdes, como los que  amaste tanto y que, de vez en cuando se me escapa un sueño en su nombre. Un nombre que  mis labios no pronuncian, por no ofenderte. He tenido tantas aventuras como sueños, y bien sabes que soy una bohemia soñadora. Pero, no te cuento esto con el fin de vanagloriarme o para presumirte mis encantos (que ya los conoces bien). Si te digo esto, no es más que con el fino y firme propósito de contarte (por si no lo sabes) que aunque antes de ti tuve mundo, sé que después de ti quedaré en la nada. Porque simple y sencillamente  lo eres todo: la sonrisa tonta en mis labios, el rubor en mis mejillas, mi enojo recurrente, y la calidez en mi entrepierna cuando se me ocurre pensar en tus caricias. Te amo con paciencia (te miento), te amo con locura. Lo lamentable del caso es que mis sentimientos por ti son un pecado inevitable que, probablemente ya estaba escrito en el libro de algún autor resentido, que se niega a otorgarnos un final feliz. Y hablando de finales, eso es justo lo que me ha animado a escribirte, en esta -casi inevitable- ocasión.  A ti (al igual que a mi) no nos parecen gratas las despedidas, y mucho menos esas que guardan sabor a “hastasiempres”.  Temía que al comenzar las primeras líneas de esta epístola, la palabra –despedida- se me atragantara en la garganta, y un inminente sollozo me impidiera  hacer lo propio. Vamos a sincerarnos, esto  nunca será una despedida. Me rehúso a ser cliché y decirte que te llevaré en el corazón y en el alma (aunque así lo sea). No te  juraré que no te olvidaré, porque esto no es una canción de Enrique Iglesias. No haré promesas, ni daré mayores explicaciones (bien sabes que no me gustan). Te he dicho tantas veces que te amo, que ya no se me ocurre otra palabra para expresarte lo que me generas y me provocas. Mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Te imploro que no me olvides, que me recuerdes como la mujer que te ama, no más que las otras, pero que te ama. Acuérdate de mi y cierra los ojos cuando escuches la voz añeja de Sabina, recordándote todas las veces que Nos dieron las diez; o cuando te derritas en las melodías de Serrat, pensando en nuestras Palabras  de Amor . No olvides que hubo una mujer  que quiso perderse contigo en Paris, en Tokio, en Caracas, en la ciudad que se te ocurra, pero contigo.


Y aunque fui pareja torpe de tu baile, fui tuya, como solo una mujer enamorada puede serlo. Pero ahora (justo ahora) debo estarme subiendo en un avión, con rumbo a un destino que no es tu corazón. Me marcho feliz, porque tuve la dicha de conocerte, porque te he amado, porque  también me has amado. Me marcho feliz, por la veces que estuve entre tus brazos, y pude comprender que si alguna vez fui bella y fui buena, fue allí, enredada en tu piel. Me marcho feliz, porque he comprobado que  tú, eres lo más parecido a esa utopía llamada felicidad. Y me niego a que se convierta en melancolía. Me marcho sin promesas, sin pedirte que me esperes, que me entiendas y mucho menos que me detengas. Te escribo porque si te veo, sabré que no hay mas destino que el corazón tuyo.  Hasta que tu flash vuelva a alcanzar mi luz.



Siempre tuya(de todas las maneras que una mujer puede pertenecerle a un hombre).

                                                                                                       Elvianys Díaz

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