He
amado antes, es muy cierto. He besado más bocas de las que seria adecuado
contar si mi propósito es mantener mi estatus de dama. También es cierto que no
fuiste el Adán de mi Edén. Tú has sido por tu parte un colonizador, un
conquistador, quien ha construido y forjado. "El
segundo en mi vida, pero el primero en amor", en
palabras de Miguel Gallardo. Me he
perdido en ojos hermosos, del color de los cielos y de los mares. Te confieso
que muero por unos ojos verdes, como los que
amaste tanto y que, de vez en cuando se me escapa un sueño en su nombre.
Un nombre que mis labios no pronuncian,
por no ofenderte. He tenido tantas aventuras como sueños, y bien sabes que soy
una bohemia soñadora. Pero, no te cuento esto con el fin de vanagloriarme o
para presumirte mis encantos (que ya los conoces bien). Si te digo esto, no es
más que con el fino y firme propósito de contarte (por si no lo sabes) que
aunque antes de ti tuve mundo, sé que después de ti quedaré en la nada. Porque
simple y sencillamente lo eres todo: la
sonrisa tonta en mis labios, el rubor en mis mejillas, mi enojo recurrente, y
la calidez en mi entrepierna cuando se me ocurre pensar en tus caricias. Te amo
con paciencia (te miento), te amo con locura. Lo lamentable del caso es que mis
sentimientos por ti son un pecado inevitable que, probablemente ya estaba
escrito en el libro de algún autor resentido, que se niega a otorgarnos un
final feliz. Y hablando de finales, eso es justo lo que me ha animado a
escribirte, en esta -casi inevitable- ocasión.
A ti (al igual que a mi) no nos parecen gratas las despedidas, y mucho
menos esas que guardan sabor a “hastasiempres”. Temía que al comenzar las primeras líneas de
esta epístola, la palabra –despedida- se me atragantara en la garganta, y un
inminente sollozo me impidiera hacer lo
propio. Vamos a sincerarnos, esto nunca
será una despedida. Me rehúso a ser cliché y decirte que te llevaré en el
corazón y en el alma (aunque así lo sea). No te
juraré que no te olvidaré, porque esto no es una canción de Enrique
Iglesias. No haré promesas, ni daré mayores explicaciones (bien sabes que no me
gustan). Te he dicho tantas veces que te amo, que ya no se me ocurre otra
palabra para expresarte lo que me generas y me provocas. Mi
amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Te
imploro que no me olvides, que me recuerdes como la mujer que te ama, no más
que las otras, pero que te ama. Acuérdate de mi y cierra los ojos cuando
escuches la voz añeja de Sabina, recordándote todas las veces que Nos
dieron las diez; o
cuando te derritas en las melodías de Serrat, pensando en nuestras Palabras de Amor . No
olvides que hubo una mujer que quiso
perderse contigo en Paris, en Tokio, en Caracas, en la ciudad que se te ocurra,
pero contigo.

Siempre
tuya(de todas las maneras que una mujer puede pertenecerle a un hombre).
Elvianys Díaz
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