viernes, 3 de octubre de 2014

Amor que mata

              



          
 Ella nunca estuvo muy bien de la cabeza. Me consta. Y no sólo a mí, sino a mi difunto amigo. Él estuvo enamorado de ella hasta  la muerte, que irónicamente parecía ser la amante secreta de ella. Al final de todo, no quedaba más que  escuchar las suposiciones de cada persona cercana a ellos para tratar de entender qué ocurrió.


           Al parecer ellos se amaban a desmedida, pero las conductas sadomasoquistas en sus relaciones sexuales no los ayudaban mucho. Ciertamente, él siempre cargaba un moretón nuevo y constantemente estaba agobiado por  el dolor, no sólo físico, sino mental. Ni hablar de cuando lo llevamos a rumbear sin el permiso de ella. Fue la primera vez que lo vi tan sonriente tras tantos años de matrimonio (nueve para ser exactos) y vida con esa mujer, pero también fue la primera y única vez que estuve frente a un amigo al que le pegaba su mujer.

           Esa última noche nadie la sabe contar con exactitud. Seguramente para los policías está siendo un problema resolver este caso, en el que hay muchos testigos, pero nadie maneja la información correcta. Es muy confuso. Al igual que Sócrates, un vecino (muy mirón por cierto) que les dice a los investigadores: “Yo solo sé que no sé nada”.

           Por lo que se escucha entre todo el cuchicheo de las mujeres y algunos caballeros del funeral, la es culpa de ella, quien  sólo lloraba para disimular su gusto por la muerte de su esposo. La gente es muy cruel y cuando creen conocer a alguien, son aún peores, porque sienten que pueden criticar a diestra y siniestra.


           Ellos eran muy felices, es todo lo que sé. Y su trágico final no debería ser tildado de homicidio involuntario, sino de suicidio involuntario, ¿quién le mandó a casarse con ella? Con una mujer que come plástico y que él por complacerla se atragantó con una bola del mismo, proveniente de un consolador usado.

                
                                                                                                                    Anónimo